Entre el León y el Coloso. El Gran Ducado de Finlandia y el surgimiento del nacionalismo durante el siglo XIX.
“¡Oh
nuestra tierra, Finlandia, la patria!
¡Escucha la palabra de oro!
No hay valle, ni colinas,
Ni agua, ni playa más amada
Que esta tierra del norte
¡La tierra amada!”[1]
¡Escucha la palabra de oro!
No hay valle, ni colinas,
Ni agua, ni playa más amada
Que esta tierra del norte
¡La tierra amada!”[1]
Introducción
Finlandia,
una tierra que siempre se ha caracterizado por tener un clima inhóspito y por
lo tanto, de poca importancia para las potencias europeas; sin embargo su
importancia militar durante el siglo XIX fue enorme para el Imperio Ruso. En el
presente trabajo se tratará de dar una visión general acerca de este país
nórdico durante este período, ya que si bien, Rusia tenía otros ducados
autónomos, Finlandia se desarrolló de una manera más especial, al obtener mayor
autonomía que otros ducados como el de Polonia.
En México
se tiende a hablar poco acerca de las naciones del norte de Europa, por lo que
el desarrollo de este tema tiene como fin ampliar los conocimientos históricos
acerca de dicho país, una nación tan cercana como lejana a nuestro país. Se
pretende conocer el proceso de conformación del nacionalismo finlandés, así
como la influencia que éste, junto con el romanticismo, tuvieron para lograr su
independencia; de igual manera se pretende conocer los derechos que tuvo ésta
nación bajo la influencia de Rusia.
La
hipótesis a seguir en este trabajo es que Finlandia se desarrolló como un
territorio mayormente autónomo que pudo tener su forma de gobierno, así como un
parlamento, una moneda e impuestos propios, diferentes a los rusos. Con la
llegada de los movimientos romántico y nacionalista a Finlandia, los
finlandeses comenzaron a tener ideas de independencia y de un territorio
propio, fuera del influjo de Suecia o Rusia.
El siglo
XIX se caracterizó por grandes revoluciones, imperios y corrientes ideológicas
que influirían en los acontecimientos del siglo XX. Finlandia jugó un papel
estratégico para los rusos, ya que aunque "poco poblada y pobre, apenas
interesaba a Rusia, pero desde la fundación de San Petersburgo, la protección
de su capital occidental y de su comunicación con el Báltico fue algo
importante para Rusia."[2]
Dando inicio al período de conquista de Finlandia.
Finlandia pasa a Rusia
Durante
más de seis siglos Finlandia estuvo bajo la influencia de Suecia y fue a
finales del siglo XVI cuando con el rey Juan III de Suecia, se instituyó el
Gran Ducado de Finlandia.[3]
Sin embargo, éste período de la historia es mejor conocido bajo el influjo de
Rusia: cuando en el siglo XVIII Suecia perdió su calidad de potencia, Rusia se
aprovechó de la situación para emprender varias incursiones a los territorios
finlandeses y fue con el zar Alejandro I cuando finalmente se conquistó
Finlandia.
En 1808,
Suecia -aliada con los británicos- se negó a participar en el bloqueo
continental que Napoleón Bonaparte intentó hacer contra Inglaterra y Rusia
-aliada con Napoleón- aprovechó la situación para obligar a Suecia a cederle
los territorios finlandeses y como resultado, Finlandia pasó definitivamente a
Rusia,[4] el
primer tratado donde se estipula esto fue mediante el Tratado de Tilst de 1807,
donde Napoleón hizo un reparto de las zonas de influencia[5] y
finalmente con el tratado de Hamina de 1808 "todas las provincias
finlandesas y una parte de la de Västerbotten en Suecia fueron cedidas a
Rusia."[6]
Tras la
firma del tratado, el estatus de Finlandia cambió e incluso fue diferente al de
los demás territorios dominados por Rusia. La nación fue gobernada con una
constitución, leyes y tarifas aduaneras propias, y se convirtió en un gran
ducado separado y distinto al resto del imperio completo.[7]
El Gran Ducado Autónomo de Finlandia
"Finlandia conservó no solamente su religión
luterana, el sueco como lengua oficial y el Derecho civil y el Derecho penal
suecos, sino también la forma gustaviana de gobierno. El hecho de que Finlandia
se dotara de su propia administración central y, en principio, de su propio
Parlamento compuesto por cuatro estamentos, desembocó en la aparición de un
Estado finlandés genuino. Finlandia, que disponía ya del rango heráldico de
Gran Ducado se convirtió de hecho en un Gran Ducado dotado de instituciones
propias."[8]
La cita
anterior describe las ventajas que obtuvo Finlandia al ser parte de Rusia. Sin
embargo, esto se debió a que Rusia tenía que asegurar la fidelidad del Gran
Ducado de alguna manera, y qué mejor forma que ofreciéndole un mejor estatus
del que tuvo con Suecia a lo largo de más de seis siglos. Pero analicemos brevemente éste ducado.
Gobierno
Rusia
respetó la forma de gobierno finlandesa, y no sólo eso, sino que todos los
funcionarios públicos del gobierno eran finlandeses, con excepción del
Gobernador General, representante ruso del emperador.[9]
Además, Finlandia poseía un órgano gano de administración superior: el Senado;
al igual que los funcionarios, todos los senadores eran finlandeses y eran
elegidos por el zar.[10]
Esta situación nos deja en claro que los finlandeses eran los únicos que podían
administrar los asuntos del interior, mientras que los asuntos exteriores
estaban reservados para que el zar los resolviera.[11]
La influencia de los finlandeses comenzó a sentirse con mayor fuerza durante la
segunda mitad del siglo XIX, en el momento en que la Dieta finlandesa -miembros
del Parlamento, encargados de los asuntos internos-, se reunió por segunda
ocasión para declarar al finés como lengua oficial del ducado. La primera
reunión había sido en 1808, en la ciudad de Porvoo, en la cual el zar Alejandro
I "declaró que Finlandia había sido elevada al grado de nación."[12]
La
autonomía de Finlandia fue tal, que llegó a tener una democracia única y en
1907 se convirtió en la primera nación europea en otorgar el sufragio universal
a las mujeres, siendo las elecciones de ese año un parteaguas para que la
socialdemocracia finlandesa triunfara. La oposición del zar Nicolás II a estas
reformas, trajo consigo el descontento social, mismo que llevó a Finlandia a
buscar su independencia.[13]
La autonomía finlandesa había sido atacada por los nacionalistas rusos quienes
comenzaron a ver en Finlandia un territorio ajeno al imperio, mismo que debía
ser sometido nuevamente, con lo cual, los asuntos del Gran Ducado pasaron a ser
decididos por rusos.[14]
Todo lo anterior es consecuencia del fortalecimiento de los partidos pro
fineses que se desarrollaron en el Estado finlandés, específicamente durante el
reinado del zar Alejandro III (1881-1894).
Economía
Durante el
siglo XIX Finlandia encontró una estabilidad económica que no había tenido bajo
el dominio sueco; en la primera mitad mantuvo condiciones de vida
principalmente agrarias, que representaron una lentitud económica entendible,
ya que con las condiciones climáticas propias del país, es difícil mantener
buenas cosechas o incluso hacerlas prosperar. Para la segunda mitad del siglo,
la Revolución Industrial llegó a Finlandia y con ella el ferrocarril y la
creación de diversas líneas que atravesaban el país, con la de
Helsinki-Riihimäki-Viipuri-San Petersburgo, como la principal, inaugurada en
1870.[15]
Esto trajo consigo el desarrollo del comercio de Finlandia con el resto del
Imperio y hasta con Europa. El ferrocarril no fue el único logro en la economía
finlandesa sino que además "el Parlamento, un ejército propio y una moneda
nacional, el marco, que Finlandia obtuvo en 1860 y que en 1865 fue desligado
del área del rublo y en 1878 relacionado con el patrón oro, tuvieron una
notable influencia en la vida estatal y económica finlandesa y en su
modernización."[16]
Sin embargo
ésta modernización no significó una mejora en la calidad de vida de la
población finlandesa, ya que un alto porcentaje continuó viviendo en las zonas
rurales del país y el comercio únicamente benefició a la élite, ya que el
territorio se dividió en dos: el occidente de Finlandia que estaba más dirigida
a Suecia y el oriente que estrechó más sus lazos con San Petersburgo.[17]
Ese olvido por las clases campesinas se hizo obvio durante la década de 1860
cuando las hambrunas se hicieron presentes debido a las malas cosechas e
incluso en la década de 1890, las hambrunas y enfermedades se incrementaron,
cobrando la vida de una décima parte de la población finlandesa.[18]
Educación y seguridad nacional
Bajo
dominio sueco, Finlandia obtuvo sus propias instituciones, una de ellas fue la
universidad; la de Turku (Åbo) fue la primera en el país y fue donde se inició
la vida intelectual. Sin embargo, con la llegada del nuevo régimen a Finlandia,
la universidad fue trasladada de Turku a Helsinki, conocida como la Universidad
de Alejandro.[19]
La
Universidad de Helsinki comenzó a cobrar importancia en la década de 1860 por
su importante papel en la formación de grandes pensadores de la época. Además
de ofrecer las condiciones precisas para el desarrollo de las actividades intelectuales,
la importancia de la institución también radicó en que fuera de ella existían
pocas fuentes de recursos culturales.[20]
Ligado a la universidad se encontraba el ejército imperial, del que Finlandia
fue dotada en 1878 y estaba conformado por 5000 hombres, mismos que entraban
con la realización del servicio militar obligatorio; la importancia de éste
organismo radica en que era otra de las vías por las cuales la población podía
tener acceso a la educación. Sin embargo, existió otro organismo por el cual se
impulsó el ascenso del nivel educativo del pueblo: la escuela popular, creada
en 1866.[21]
La estrategia de Rusia: la fundación de una nueva
capital
Con la
importancia que Finlandia había cobrado para Rusia, el zar sabía que debía
mantener al país pacificado y fiel, y para eso el imperio debía tener la
capital del Gran Ducado más cerca de ella y más alejada de Suecia, algo que no
se cumplía con Turku como ciudad principal; en 1812 Alejandro I decidió hacer
de Helsinki la nueva urbe y fue reconstruida "con un esplendor sin
precedentes, para demostrar tanto a los finlandeses como a los extranjeros que
había nacido una nueva entidad política: el Gran Ducado de Finlandia."[22]
Con esto Rusia dejaba en claro su superioridad en el territorio finlandés y sus
intenciones de hacer de Finlandia un Estado autónomo. Para 1819 el Senado fue
trasladado a Helsinki y para 1828 la Universidad;[23]
Turku no perdió su importancia y a la fecha continúa como la segunda ciudad más
importante del país. Con la nueva capital, Rusia tenía una mayor presencia en
el Gran Ducado, y la necesidad de acercar espiritual y geográficamente el
centro administrativo de Finlandia, los rusos tenían que asegurarse de mantener
a los finlandeses fieles, hecho comprobado "cuando las flotas británica y
francesa destruyeron las defensas rusas durante la guerra de Crimea, dañando al
mismo tiempo las propiedades finlandesas, los fineses contribuyeron con gran
celo y convicción a rechazar al enemigo occidental."[24]
Este acontecimiento también deja claro que el nacionalismo finlandés comenzaba
a tomar forma.
Finlandia libre
Debido a
las grandes revoluciones nacidas a finales del siglo XIX y principios del XX,
Rusia se vio sumida en una profunda crisis que afectó a la nobleza del país y a
la sociedad en general, también en Finlandia. Debido al nacionalismo
desarrollado dentro del Gran Ducado, la clase alta del país comenzó a buscar su
independencia, misma que fue declarada el 6 de diciembre 1917; esto
aprovechando la Revolución Rusa de ese año y el hecho de que los bolcheviques
ya no tenían la capacidad de seguir peleando para imponer su visión en los
estados bálticos y Finlandia, lo que los llevó a reconocer la emancipación del
país nórdico en 1920.[25]
Siendo Finlandia la primera nación que obtuvo su independencia como
consecuencia de la Primera Guerra Mundial.
[1] J. L. Runeberg, “Maamme”, en Matti Poutvaara, Suomi Finland, Porvoo, Werner Söderström Osakeyhtiön, 7° ed. 1961,
p. 6 (texto traducido del finés por Anahí Sandoval: Oi maamme, Suomi,
synnyinmaa!/Soi sana kultainen!/Ei laaksoa, ei kukkulaa,/ei vettä, rantaa
rakkaampaa,/kuin kotimaa tää phjoinen,/maa kallis isien!)
[2] Matti Klinge, Breve historia de Finlandia, Helsinki,
Otava, trad. Úrsula Ojanen y Joaquín Fernández, 2° ed., 2000, p. 63.
[4] Mikko Juva, “Mil años
de historia finlandesa”, en V.V.A.A., Finlandia,
ayer y hoy, Madrid, Espasa-Calpe, trad. Alfonso Reta y Felipe Ximénez de
Sandoval, 1973, p. 62.
[7] B. H. Sumner, Una retrohistoria de Rusia, México,
F.C.E., trad. Teodoro Ortíz, 2° ed., 1985, p. 104.
[11] Ángel Ganivet, Cartas finlandesas y hombres del norte,
Buenos Aires, Espasa-Calpe, col. Austral, 1940, p. 19.
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